Humanidad (I)

miércoles, 3 de agosto de 2011

-¿Y bien, muchacho?- le susurró Arcant.

Arcane no dudó. Con una afirmación de cabeza, corroboró las instrucciones que Arcant, su padre, le susurrado horas antes, en su casa. En aquella época en que los pueblos no se veían movilizados por amenazas externas y vivían en paz en su aislada organización, los juegos de taberna eran el único pasatiempo que consumía su existencia. Y el mejor jugador, cuya suerte retaban todos era Arcant. El hombre más rico del pueblo de Agarta. Una fortuna reunida casi exclusivamente gracias a la extraña habilidad de su hijo Arcane para manipular los dados. Una habilidad completamente anodina.