Que asco de noche...

lunes, 27 de abril de 2009

Las sirenas suenan en la calle y yo estoy compartiendo cama con un cadáver. Joder, las chicas me han contado todo tipo de historias extrañas,pero nunca una como esta. Este tío no era más que otro jodido perdedor, como todos los que llegan al club buscando compañía lejos de la mirada de sus infelices esposas. ¿Quien se molestaría?¿Quien querría verlo muerto?

Joder,joder,joder. Las sirenas suenan más fuertemente por momentos y no sé que hacer. Me visto más rápido de lo que he hecho nunca y cojo mi bolso. Abro la puerta, da igual que lo haga con las manos desnudas, la cama está llena de pruebas contra mí así que no es momento de andarse con sutilezas. En cuanto salgo a la escalera oigo un estruendo, los maderos ya han entrado y yo sigo aquí, cuando hace mucho rato que debería de haber desaparecido. Me saco los zapatos, es una tortura correr con ellos, y así haré menos ruido. Silenciosa y ágil como una gata, subo la escalera mientras mantengo la distancia con los polizontes. Hacen tanto ruido que no me oirían aunque subiese silbando.

En cuanto llego a la azotea la puerta emite un chirrido espantoso, la lluvia me azota la cara y el viento remueve mis ya despeinados cabellos. No estoy segura de que el chirrido haya alertado a los maderos, pero algo me dice que no estoy segura,así que salgo corriendo en una dirección escogida arbitrariamente. Me muero de frío,maldita sea, me he dejado el abrigo en ese apartamento mugriento. Y me repito,que más da si ya van a venir directos a por mí.

Me descuelgo por una cañería de esas que suelen estar sueltas. Por desgracia para mí, esta no es una excepción. Caigo a un tejado desde una altura de dos metros,no demasiado, pero mis pies descalzos reciben todo el impacto. Esto es una estupidez, si sigo saltando tejados esos tipos acabarán por encontrarme. Improviso una pequeña ganzúa con el tacón de mi zapato y rompo una de las ventanas del tejado. Salto dentro, cortándome en el hombro con un vidrio,y en cuanto pongo los pies en suelo seco me doy cuenta de que tengo una brecha en la planta izquierda. Me he clavado un pedazo de teja que me arranco con un grito ahogado. Me lavo un poco la herida con un paño humedecido con el agua de la lluvia y me pongo una venda de las que llevo en el bolso. Dios bendiga a Melanie por advertirme sobre los “casos de emergencia”.

Estoy rodeada de trastos,hasta tal punto que no veo ni la pared. Debe de ser una especie de trastero, aunque me sé de muchos que pagarían por chatarra como la que hay aquí. No veo puerta alguna, pero las vigas de madera me hacen pensar que estoy en un fayado. Asi es que palpo el suelo en busca de alguna trampilla durante un par de minutos. Rezo por que los chicos de azul no hayan reparado en el cristal roto de la casa contigua, rezo por ello y por salir viva de esta. Cuando por fin la encuentro,tiro de la argolla fuerte,muy fuertemente, hasta que consigo abrirla. Toso un poco debido al polvo, pero consigo bajar de un salto. Caigo sobre ambos pies, el dolorido se queja pero le ignoro con una mueca y bajo la escalera iluminada por unas lámparas que deben de llevar años pidiendo una bayeta.

Los escalones, de madera, chirrían bajo mis pies, pero eso ya no me preocupa. Si salgo a la calle como si tal cosa no se darán cuenta de nada. Y tendré tiempo de marcharme lejos, al menos mientras no identifiquen mis huellas...pero mi identidad los llevará hasta el club, en los arrabales. Allí la ley no la marcan ni el ayuntamiento ni la policía ni las mafias ni nadie. Pero si se corre la voz de que una de las chicas del club ha matado a un hombre irán a por las demás. No,no puedo hacerles eso. No puedo marcharme y dejarlas solas con el marrón. Si tengo que dar la cara por ellas,la daré. El club es mi hogar y mi sustento,y ellas, mi familia. Gracias a ellas esta mierda no está tan mal, gracias a ellas he aprendido a ser feliz, por muchos perdedores fofos y cuarentones a los que tenga que satisfacer.

Salgo del portal,con los zapatos puestos, como si nada pasase,aunque mi pie izquierdo me está matando. Dos maderos me miran, pero no como se mira a un sospechoso, sino como se mira a una chica atractiva que se acaba de cruzar en su rutina. Uno de ellos se acerca a mí, antes de que me vaya, con gesto preocupado. Procuro no hacer ningún movimiento extraño, tengo que disimular la herida del pie.

-¿Necesita ayuda,señorita?-preguntó bondadosamente, aunque no dejaba de mirarme como quien mira a un helado un día caluroso de verano-Ese brazo no tiene buen aspecto.

Entonces me di cuenta de que mi hombro no tenía solo un simple arañazo, un pequeño chorro de sangre discurría hasta la punta de mis dedos y se mezclaba con la lluvia. En ese momento, un hombre que debía de ser el inspector salió de la casa donde había estado trabajando hasta hace apenas media hora. Salió con mi abrigo, y con mi cartera en la mano. Deseaba que no me hubiese visto, que hubiera pasado desapercibida o que no se hubiese molestado en mirar en la cartera. No debió de ser así. Se dirigió hacia mí, sacando las esposas de un bolsillo, como si yo fuese una cachorrilla indefenso en una esquina que no quiere dejar que le pongan la correa para salir a pasear. No sé por qué reaccioné como lo hice, no sé por qué, pero el hecho es que salí corriendo, a pesar de los tacones, a pesar de la herida, salí corriendo, ignorando las advertencias del inspector.. Y entonces, cuando creía estar fuera de su alcance sentí algo caliente en el pecho, que de repente se tornó frío. Muy frío.



Me despierto sudorosa y asustada. Las sirenas suenan en la calle y yo estoy compartiendo cama con un cadáver.