El Maestro de Mentiras

lunes, 27 de junio de 2011

El imperio de los dioses. Hechiceros creadores, destructores, una tierra de magia y maravillas allende la imaginación. Y, bajo sus vastos dominios, el Rey de los Dioses, el eterno emperador, vigila. Sobre su trono tallado en piedra, todo lo ve, sin ver. Su armadura, vacía. No tiene rostro. De su máscara de pesadilla emergen dos cuernos, marca de poder. No un poder sin mácula. Una mezcla de magias corruptas y divinas conforman lo que en otro tiempo fue su cuerpo, el cual ya ha olvidado. Su alma permanece en la que en otro tiempo fué su armadura de guerra. Pero hoy, las guerras mortales ya no le interesan. Una capa negra cuelga del trono. Sus dos grandes manos sujetan sus brazos, en un gesto de orgulloso desinterés. Algo brilla en los ojos de la máscara, un resplandor que nunca tiene el mismo color. Un resplandor que delata su ánimo, un vestigio de su humanidad perdida. Pocos conocen su existencia. Los “reyes” que ocupan el trono en la superficie desearían no conocerla. Pues hasta la fecha, no ha existido ningún humano con confianza suficiente como para contradecir a Arcanis.

Nadie ha hablado de dragones.