miércoles, 9 de noviembre de 2011

Lo que la gente percibe como el milagro de la magia es sencillamente una hábil combinación entre comprensión y manipulación. Lo que hace a los artífices del mundo, o comunmente llamados “magos” tan especiales es sencillamente una característica hereditaria muy escasa. Solo descendientes de artífices tienen alguna posibilidad de llegar a ser considerados como tal. Y el primer paso para ello es ser consciente de que la “magia”, de por sí, no existe. Lo que llamamos magia solo es la consecuencia de un proceso; un proceso, como ya he escrito, basado en la comprensión. Sin embargo, este es un tratado sobre magia, así que tendremos que empezar por darle una definición concreta sobre la que asentarse. Para ello hay que remontarse al mencionado proceso.

Este proceso se desarolla en un ambiente formado por dos objetos: el “uno” y el “todo”, entendiendo por “uno” el artífice y por “todo”, el conjunto de las fuerzas del mundo y el mundo en sí. Ambos se encuentran relacionados por la magia. Un artífice experimentado ha de percibir el mundo y sus fuerzas como parte de sí mismo para poder tallarlo. El presente volumen se haya dedicado por entero al estudio de este punto en particular. Más allá de esto, habiendo sido capaz de percibir el “todo” como parte del “uno”, el artífice debe comprender y conocer este “uno” tal y como conoce las líneas de sus manos (vol II). Este proceso requiere tiempo y dedicación, pues el conocimiento de las fuerzas es algo realmente costoso, más a nivel psicológico que intelectual, ya que estas fuerzas han de ser interiorizadas, y su manipulación (vol III), necesariamente ha de acabar siendo una capacidad tan natural como el habla. Este último paso, una vez habiendo superado el segundo requisito, resulta relativamente sencillo al ser un proceso práctico en su totalidad, cuyo conocimiento solo puede ser transmitido a través de un artífice experimentado.

Habiendo hecho un esbozo de todo el proceso que desgranaremos en lo sucesivo, podemos concluir que la única definición posible y fiable para el fenómeno de la magia es sencillamente la de “fuerza”. Más concretamente, “fuerza dedicada a la manipulación de las fuerzas”

Cabe señalar que incluso los seres completamente incapaces de manipularla, experimentan la magia. Muchos autores consideran este fenómeno de continua experimentación como “vida”. El presente tratado estudia esta postura de forma escéptica, considerando este fenómeno sencillamente como “presencia”, ya sea viva o inerte.

Disfrute de la lectura.


Tratado sobre Magia Práctica para artífices principiantes, volumen I: Prólogo
Conde Duque Pascal Van Orpheos, Arcanis 1219

Tren

sábado, 5 de noviembre de 2011

-¿En qué piensas?

Matoya le miró, pasivo, solo para volver a fijar la vista en cielo gris y lloroso que seguía al tren. Se tomó su tiempo para responder con tristeza.

-En nada. No tengo nada en qué pensar. Ojalá.

A diferencia de Matoya, Garland se encontraba de pie, apoyado a la pared, sin ofrecer el más mínimo interés en el exterior del tren. Sonreía con aquella desconcertante sonrisa de niño travieso que tan nervioso ponía a su compañero, quien parecía haberse contagiado de la eterna tristeza del cielo de las Tierras Grises. En su constante vagabundeo por el mundo, Matoya había pasado en varias ocasiones por las Tierras Grises. Algo le solía llamar al norte de aquel país fantasma, pero nunca encontró nada salvo un hombre al que solía visitar, en la costa. Lo más parecido a un amigo que solía tener, hasta que de forma desconcertante Garland llegó a su vida. Sin saber muy bien por qué, aquel chico tan sumamente inmaduro le inspiraba cierta simpatía; sobre todo porque aún a pesar de su juventud parecía tener muy claras demasiadas cosas.