Tren

sábado, 5 de noviembre de 2011

-¿En qué piensas?

Matoya le miró, pasivo, solo para volver a fijar la vista en cielo gris y lloroso que seguía al tren. Se tomó su tiempo para responder con tristeza.

-En nada. No tengo nada en qué pensar. Ojalá.

A diferencia de Matoya, Garland se encontraba de pie, apoyado a la pared, sin ofrecer el más mínimo interés en el exterior del tren. Sonreía con aquella desconcertante sonrisa de niño travieso que tan nervioso ponía a su compañero, quien parecía haberse contagiado de la eterna tristeza del cielo de las Tierras Grises. En su constante vagabundeo por el mundo, Matoya había pasado en varias ocasiones por las Tierras Grises. Algo le solía llamar al norte de aquel país fantasma, pero nunca encontró nada salvo un hombre al que solía visitar, en la costa. Lo más parecido a un amigo que solía tener, hasta que de forma desconcertante Garland llegó a su vida. Sin saber muy bien por qué, aquel chico tan sumamente inmaduro le inspiraba cierta simpatía; sobre todo porque aún a pesar de su juventud parecía tener muy claras demasiadas cosas.