Deus ex Draco

miércoles, 7 de noviembre de 2012


No tenía ni la menor idea de lo que estaban diciendo, pero hasta él podía intuír que el tono de aquel poderoso dragón de escamas rubí y nombre impronunciable revelaba cierto temor reverencial en sus palabras ante Tiamant.

"Uno pensaría que el un dios para los dragones tendría tener cierto porte de majestuosidad"-pensó Garland mientras estudiaba aquel que había detonado las hostilidades entre dragones y humanos hacía ya cientos de años. Tiamant, para ser un dragón, era extremadamente pequeño; no mediría más de tres metros erguido (postura que hasta el momento no había cambiado) y ningún colmillo sobresalía de su escaso hocico. Dos enormes cuernos sobresalían por la parte posterior de su cráneo para volverse hacia delante. Sus desproporcionadamente grandes alas, lejos de asemejarse a las alas de cuero de sus devotos, estaban compuestas de plumas tan negras como las escamas que le cubrían el resto del cuerpo. Sus ojos emitían un destello rojo tal que parecían arder en las cuencas. - "Bueno, tal vez el tamaño no lo sea todo"

Observaba la situación desde saliente próximo al techo, encapuchado y al abrigo de la oscuridad. Por suerte para él, la sala estaba vagamente iluminada por unas pocas llamas congeladas en el aire, inmóviles. Si algo  había aprendido en los últimos días era que que en el archipiélago flotante de Sénogard los dragones no tenían gran pasión por las estancias luminosas.Todo allí estaba esmeradamente tallado por el fuego en la roca, arte en el que al parecer la presencia de ventanas no era bienvenida. Garland se sorprendió pensando en el significado de los abstractos relieves de las pareces cuando el enorme dragón rubí se marchó de la estancia echando un vistazo rápido al rincón donde se encontraba agazapado.

"Nah, si me hubiera visto habría reaccionado"

Acto seguido Tiamant se volvió para ocupar de nuevo su pétreo trono, oportunidad que Garland aprovechó para descender en silencio como un gato y avanzar ágilmente por la sala, esquivando las zonas iluminadas por las llamas congeladas mientras desenfundaba la hoja de vacío que le había otorgado su padre con un propósito bien distinto.

-¿Vas a matarme?
-...

Garland tenía la hoja a escasos centímetros de su cuello.

 "¿Puede verme?"

-Claro que puedo verte. Y mucho más -dicho esto Garland fué alzado en el aire por unas manos invisibles que le sujetaban las extremidades, alejándo a señor de Sénogard de su alcance. La hoja de vacío cayó al suelo con un estrépito sordo -. Pequeño cachorro humano -susurró directamente a la cara de Garland, que le giró la cabeza al notar su sulfúrico aliento-, eres bastante hábil para su especie, pero ¿realmente creías que habías tenido éxito donde todos tus predecesores habían fracasado antes siquiera de acercarse a esta fortaleza?
-No... -tosió- No había razón para pensar lo contrario.
-La había, pero me temo que no la conocen muchos de los tuyos - tenía una voz profunda que parecía casi humana, pero su tono resultaba aburrido. O realmente la situación le daba igual o los dragones eran más diferentes de los humanos de lo que Garland creía-. Los dragones más antiguos son algo más que dracos de inteligencia y poder superior...

"Vaya, hay que ver lo que les gusta hablar a estos bichos"

-Solo te lo digo para que entiendas tus circunstancias-suspiró Tiamant, aburrido.

"Mierda"

-La cuestión es que nosotros, a diferencia de los humanos y nuestros engendros, no vemos la luz. Solo vemos diferencias en la temperatura. Para que lo entiendas, lo cálido se proxima más al color de mis ojos y lo más frío al negro de mis alas.
-¿Y eso tú cómo lo sabes? -se le escapó a Garland.
-Tus pensamientos no son lo único que me resulta permeable en tu cabeza- la interrupción pareció irritarlo levemente, pero sus ojos seguían mirando sin interés-. Sabiendo esto y viendo las lucecillas que cubren el lugar en que estamos... ¿qué crees que ha sido tu camino hasta aquí?
-...

"He hecho exactamente lo que él pretendía que hiciera"

-¿Una invitación? -aventuró, bastante seguro de su respuesta.
-Exactamente-confirmó reanudando el camino hacia su trono-, aunque no esperaba que te lo tomases como tal. Ahora procura no volver a intentar atentar contra mi vida... -una vez Tiamant estuvo sentado en aquel trono de piedra, los grilletes invisibles que sostenían a Garland en el aire se soltaron abandonándolo a una breve caída-... y háblame de tu padre.

Viejo nuevo orden.

sábado, 14 de enero de 2012

Arcanis Capital, once de la mañana.


-¡El emperador a muerto! ¡El juez supremo ha sido asesinado!

Tiberio caminaba por las entramadas calles de Arcanis una mañana cualquiera cuando un pregonero pasó por su lado, berreando como un loco como solo los pregoneros acostumbran cuando tienen malas noticias. Sin poder dar demasiado crédito a la noticia, disimuló su apuro y torció el rumbo por una callejuela. Hoy no iría al cuartel. En cambio, se dirigió inmediatamente y con paso acelerado a "El camino del Rey", olvidando toda precaución. Irrumpió en la taberna, a esas horas vacía, e inmediatamente se dirigió a la posadera.

-Quiero una habitación- soltó, jadeante- muy oscura, por favor.
-A estas horas de la mañana excusad de andaros con precauciones, Tiberio- le sonrió Vibia mientras echaba cuentas sobre un pergamino-. Ya sabes donde está el jefe.
-Toda precaución es poca. Gracias de todos modos-la correspondió Tiberio.

El hombre bajó al almacén de la taberna quitándose la capa y, cuando llegó al quinto barril de vino, dió cinco golpes secos con una llave sobre el grifo. Con un leve "Clack", la tapa se abrió y entró hacia el fondo iluminado.

-¿Quien es? -preguntó una voz suave y profunda.
-Tiberio, señor- anunció-. Vengo a informar sobre algo importante.
-Que el emperador ha muerto, ¿verdad?- dijo Casius Arcana, alzando la mirada de su escritorio.
-O sea que ya estais...
-Más de lo que creeis, muchacho. Tengo muchos informadores en palacio, y llevo tres horas investigando el asunto. Esto es lo que me han traido hasta ahora -señaló varios pergaminos del escritorio- y aún tengo a varias personas investigando ahí fuera.
-No quisiera pecar de curiosidad -soltó casio por educación, aunque sabía que la pregunta lo carcomía-, ¿pero entonces que ha sucedido en palacio?
-Pues por lo que sé... encontraron el cadáver del juez supremo Flavius en la sala del trono a las siete de la mañana, junto con los de cuatro jueces. Se sabe que el agresor ha desaparecido, pero no se conoce el motivo del asesinato. Y estarás de acuerdo conmigo en que no hay demasiadas personas en el imperio capaces de asesinar a tantos jueces de ese rango a la vez.
-¿Creeis que pudo ser cosa de algún dragón vengativo? En otro tiempo Flavius fué un gran azote para su orden durante la guerra.
-Francamente, lo dudo. He sido testigo del poder de los jueces durante la guerra, y además, hasta el propio Tiamant sabe que no conseguirá nada asesinando a un solo emperador-suspiró Casius-. A rey muerto rey puesto, como se suele decir.

En ese momento, un portazo se oyó arriba, en la taberna y acto seguido, los cinco golpes en el grifo del quinto barril. De la penumbra emergió un muchacho joven, más que tiberio, ataviado con una túnica de mago. Jadeando, buscó la mirada de Casius, quien se levantó preocupado a atenderle mientras Tiberio le sostenía. Apenas se mantenía en pie.

-Estos magos no saben lo que es la actividad física, mi señor- comentó Tiberio, con media sonrisa.
-Shh. Salvio, muchacho, ¿que ha sucedido?-le preguntó Casius, encorvándose levemente.
-El asesino... del emperador...-informó entrecortadamente- fué el maestro... Garland...
Casius se sorprendió en silencio, mientras Tiberio no pudo callarse.
-¿Garland? ¿El indultado? ¿El viento de ébano que barrió los campos de batalla en la guerra en nombre del imperio? ¿Pero estais ebrio a estas horas?
-No es todo...- lo interrumpió Salvio, recuperando el aliento- ellos... me apresaron escuchando... suero de la verdad... saben de este escondite... ¡están viniendo hacia aquí!