Reflexiones de cama

miércoles, 7 de octubre de 2009

En una realidad alternativa entre la reminiscencia y el caos las palabras se tornaron entropía a ojos de un dios que no contemplaba su propia mirada en un furioso manto de tranquilidad, observando como aquellas máquinas de secuencias eternas devoraban todo cuanto quedaba de él, eliminando así el mismo ser que se supone les había proporcionado el don de la existencia.

Y, bien pensado, aquella divinidad debió de ser poca cosa para acabar consumida por simples costumbristas de negro despertador. Aduladores de la rutina manejados por amargas sensaciones de despertar continuo y fugaz, una realidad solo imaginable en la mente de un sanjacobo valeroso, pues será ese jóven paladín relleno de jamón y queso que nos llevará a la victoria sobre la medida acertada, si bien no pocos han perecido a manos de una sartén que fríe congelados indiscriminadamente. Aunque una teja verde que entretenga a la sartén el tiempo suficiente como para permitirnos huir de este cruel régimen de continuas derrotas que al mundo gatuno le resultan tan poco gratas. Y es que, si me corto el pelo, no seré yo quien recoja los pensamientos que se me caigan y rompan, será ese sucio y apestoso trapo que solo un gato de pura raza tiene el poder de manejar. Como dijo un hombre muy sabio hace mucho tiempo, “No hay nada más poderoso que un estropajo en manos de un hombre libre”.


Lo único capaz de liberar a la humanidad de esta leve pero continua decadencia es un hombre libre y un estropajo. Al menos estropajos nos sobran.