Entrevista con el Maestro

miércoles, 26 de enero de 2011

-Sí, era una auténtica maravilla- respondió el maestro Pontos-. El mejor alumno que he tenido desde que fui nombrado Alto Mando del ejército. A pesar de su nula capacidad para la magia, ningún otro alumno de la academia militar fue capaz de vencerle jamás-comentaba con admiración-. ¡Que hábil, que ágil, que contundencia en sus embates! Incluso acabó por superarme a mí. Claro que no soy el que era, pero por aquel entonces aún conservaba algo del poder que me hizo ganarme este puesto en mi juventud.
-¿En qué circunstancias desapareció?- inquirió el joven agente, curioso.
-Un hombre de su capacidad debía de ser tenido en cuenta para misiones de alto rango. A él se le fue encomendada la tarea de destruir al principal enemigo del reino, el responsable del nuevo Orden Dragoniano, Tiamat, el Rey Dragón. Aun en época de paz, su presencia resultaba irritante para el Gran Juez y sus planes de expansión. Sin embargo, lo último que se sabe acerca de él en aquella misión es que atravesó las fronteras. El resto es un misterio incluso para los dragones del Orden, pues según he oído, pasó completamente desapercibido ya en sus territorios.
-Ya veo… ¿Tiene idea de cual puede ser su paradero en estos momentos?
-Hum…-el general maestro meditó unos instantes- Nunca llegué a conocerle tanto como para adivinar que se rebelaría contra el Reino de esta manera. Todo lo que hacía parecía ir enfocado a que su madre se sintiera orgullosa de él. No lo consiguió.
-¿Y que hay de su padre?
-Nada en absoluto. Su madre nunca le habló de él. De hecho, prácticamente no hablaban nunca. Ella siempre estuvo ocupada con su trabajo. Supongo que por eso en cuanto salió del orfanato lo metió en la academia militar.
-¿Por qué-inquirió el agente-, si no quería saber nada de su hijo, dio a luz?
-Me temo que eso solo lo sabe ella, muchacho. Yo cumplí mi cometido entrenándole, y desde luego, lo hice bien. Tal vez demasiado bien. Hubiera estado orgulloso en otro tiempo, pero con todo lo que ha sucedido, tengo la sensación de haber creado un monstruo.
-…
-¿Le ocurre algo, amigo?
-Nada- el agente agitó la cabeza- Pensaba en mis cosas-cerró el pergamino con sus notas, se lo metió en su túnica junto con la pluma y se levantó-. Muchas gracias por el té, señor Pontos.
-Lamento no haberle sido de gran utilidad, amigo- comentó Pontos, levantándose a su vez y estrechándole la mano al agente.
-Al contrario, Maestro, me ha sido usted de gran utilidad.
-Por cierto, ya sé que los agentes deben mantener su identidad en secreto, pero está usted hablado con un alto mando del ejército. Creo que podría usted confiarme su identidad para posibles futuras reuniones, ¿no es cierto? Después de todo, he pasado diez años de mi vida entrenando a Nero. Mis conocimientos sobre su técnica podrían resultar de utilidad para la investigación.
-No sobreestime su papel, señor Pontos-contestó el agente con cierto desdén-. Después de todo, ni usted ni nadie podía haber predicho su traición. Pero de todos modos, puede llamarme Nógard. Para posibles reuniones en el futuro- Nógard le guiñó un ojo a Pontos, quien quedó estupefacto ante tanta insolencia, y salió de la estancia con paso decidido.