.

martes, 18 de octubre de 2011

Estaba solo. De pie, desafiando el vértigo, ante el abismo sin fin. Quiere abandonarse a la gravedad, pero el miedo lo paraliza. No sabe lo que ocurrirá si se abandona. Despues de todo, el abismo no tiene un fondo que temer. Y, sin embargo, es incapaz...

-¡Nero!-estalló una voz familiar- ¡El capitán te requiere!
-¿Damos?-dijo Garland, desperezándose- ¿Tienes idea de que hora es?
-No lo sabes ni tú. Anda, apura, que he tenido que abandonar la guardia para avisarte y el jefe se mosquea... Y date una ducha, que mi perro huele mucho mejor.

Aún no había amanecido. Garland echó un vistazo al reloj y se disgustó al leer las cuatro y cuarto. ¿Cuanto tiempo hacía que no veía las cuatro y cuarto? Pensando en su última guardia, se pegó una ducha rápida y se atravió con el uniforme negro que le correspondía. Con paso torpe atravesó el buque para presentarse en la oficina del capitán, quien, para su sorpresa, estaba despierto y fresco como una lechuga.

-Descanse, muchacho- saludó con su extraña familiaridad distante, atravesándole con la mirada- Sé que resultará extraño para tí, pero nuestra na ción requiere de tus servicios ahora.
-Creí que no se planteaba la posibilidad de ninguna batalla hasta nuestro desembarco, señor- inquirió Garland, extrañado.
-No estoy hablando de la batalla propiamente dicha. Verás, un grupo de soldados de élite viajan en incógnito entre nosotros. Tienen una misión muy concreta y se me ha encargado su custodia, aunque no responden ante mí. De todos modos...
-No estaba al tanto de la situación, señor.
-Viajan de incógnito para todos. De hecho, yo tampoco debería de saber que están aquí si no fuera porque requieren de mi ayuda. En teoría, ellos deberían de desembarcar mañana por la noche para llevar a cabo su misión, de la cual tampoco estoy al tanto. Nuestra idea era hacerlos pasar por enfermos, manteniéndolos en cuarentena hasta el desembarco, donde tendrían que reunirse con nosotros como si hubieran salido de sus camarotes. El problema es que uno de ellos... en fin, ha caído enfermo de verdad y está completamente incapacitado para seguir adelante. En vista de la situación, han solicitado la ayuda de algún sujeto con un historial destacado. Iría yo mismo, pero como comprenderás, no puedo abandonar mis obligaciones así como así.
-Me honra que destaque mi historial, señor- comentó Garland, sintiéndose bastante halagado.
-Es más que eso. De todos nuestros reclutas eres el único que, aún siendo incapaz de emplear la magia, ha sido promocionado al rango de Mago de Batalla. Y aunque las malas lenguas aseguran que se debe a la posición de tu madre en el Imperio...
-Ejem...
-... yo sé perfectamente que ni el más aventajado de tus compañeros sería capaz de batirte en un duelo limpio. De hecho, creo recordar que ningún mago te ha tumbado hasta la fecha- Garland se hinchó con orgullo-. Y es precisamente eso lo que te hace tan valioso en nuestra lucha contra los dragones.
-Gracias, señor. Tomaré esta misión con el entusiasmo que se espera de mí.
-Eso esperaba oír. Ahora acompáñame. Tus nuevos compañeros te darán más detalles.