Historia principescamente teatral.

lunes, 3 de marzo de 2008

Entra el caballero misterioso en la sala. El consejo queda en silencio y el príncipe desenvaina su espada.

PRÍNCIPE: Vos de nuevo, vagabundo. ¿Qué petición imposible buscáis ahora?

REY: Callaos, hijo mío. Escuchemos a nuestro invitado.

PRÍNCIPE: Nada de lo que pueda decirnos este hombre es de nuestro interés,¿por qué habemos de escuchar sus necias palabras?

CABALLERO MISTERIOSO: Porque de esta sala soy el único que aún no ha fracasado en el rescate de vuestra prometida.

CONSEJERO 1: ¿Creéis prudente irrumpir en la reunión del consejo real?

CABALLERO MISTERIOSO: Si con ello salvo vuestras vidas, sí.

REY: ¿A qué os referís?

CABALLERO MISTERIOSO: El secuestrador de vuestra heredera al trono espera a las puertas de la sala, y no parece especialmente contento con vuestra intervención en el secuestro, tan poco honorable.

CONSEJERO 2: Continuamos sin entenderos.

CABALLERO MISTERIOSO: El mismo se explicará. (Con un gesto señala a la puerta con la mano abierta) ¡Pasad, dragón!

La puerta se abre y entra un enorme dragón carmesí que clava sus ojos de rubí en el Consejo. Habla con voz suave, grave y profunda. El príncipe hace un ademán de lanzar la espada, pero varios consejeros lo agarran.

DRAGÓN: No vengo con intención de luchar con vos, príncipe. Solo vengo a reclamar lo que es mío y tal vez os devuelva a vuestra prometida.

CONSEJERA 3: Es evidente que quiere conseguir un rescate reivindicando el oro como suyo.

CONSEJERO 1: ¿A qué os referís, dragón?

DRAGÓN: Vuestra desastrosa incursión en mi castillo remató con una huida por vuestra parte. Tras ello desaparecieron cuantiosas cantidades de oro reunido por mí en honrosos actos de robo a infames ladrones que se…

PRÍNCIPE: ¡No escuchéis a ese engendro!¡Está tratando de canjear nuestro oro por la princesa!

DRAGÓN: Creo recordar que vos, príncipe, volvisteis a vuestro castillo con las alforjas de vuestra montura llenas y casi pagáis con vuestra vida por ello. Y los dragones vivimos cientos de años, por lo que no creo tener problemas para recordar lo acontecido hace tres días.

REY: ¿Es eso cierto, hijo?

PRÍNCIPE: ¡Mentiras! ¡A mí la guardia!

Varios soldados intentaron penetrar en la sala, pero el dragón cerró la puerta de un coletazo.

REY: Caballero, id a buscar las alforjas de la montura de mi hijo.

CABALLERO MISTERIOSO: Iré gustoso, mi señor.

PRÍNCIPE: ¡No os lo permitiré! (El príncipe se arroja contra el caballero espada en ristre cuando el dragón interpone su cola carmesí)

DRAGÓN: Si no sois culpable del delito del que se os acusa nada habéis de temer.

PRÍNCIPE: ¿¡He de entender que vos, un engendro nacido de las profundidades, me acusa del robo de unas piezas de oro!?

DRAGÓN: Veo que lo habéis entendido.

En ese momento, el caballero entra en la sala cargado de dos alforjas de cuyo interior emanaban suaves destellos amarillentos. Al situarse ante el consejo, vacía su contenido evidenciando la culpabilidad del príncipe.

REY: No….hijo,no…yo…

CONSEJERO 4: ¡Guardias!¡Prendan a este hombre! Un grupo de guardias apareció de detrás de las gradas del consejo y apresaron al príncipe.

PRÍNCIPE: ¡No!¡Mentiras, padre, son todo mentiras! ¡Ayuda!

REY: No….no tengo palabras….para expresar la vergüenza que siento.

PRÍNCIPE: ¡¡PADRE!! (Los soldados se llevan, entre forcejeos, al príncipe de la sala)

DRAGÓN: Veo que a pesar de todo sois seres justos, los humanos. Siendo así, no será necesario que me convierta en rey. Aquí tenéis a vuestra invitada.

El cuello del dragón se convulsiona y de su boca sale la princesa, cubierta por una bolsa viscosa que desprende un olor agradable. Mientras el dragón se marcha de la sala, el caballero misterioso saca un cuchillo con el que abre la bolsa y saca a la princesa.

CABALLERO MISTERIOSO (tomando en brazos a la princesa, le susurra al oído) :[No temáis. Ya pasó todo. Podemos huir de esta tierra de vicio y corrupción.] (Alza la voz) ¡Mi señor rey! Coincidiréis conmigo que esta mujer, tras tamaña aventura, merece un reposado descanso antes de retornar a su reino.

REY: Tenéis razón. Acompañadla a los aposentos de mi hijo.Merece descansar.