miércoles, 11 de mayo de 2011

La ventisca arreciaba. El cazador avanzaba con dificultad por el hielo y la nieve tapándose la cara con un brazo; a pesar del frío, llevaba ambos brazos descubiertos y el izquierdo lucía un ostentoso brazalete dorado que le llegaba hasta los nudillos. Su andrajoso abrigo y su melena desgreñada bailaba al son de la montaña mientras sus dos aceros se entrechocaban. De repente, su pie tropezó con algo que no parecía una roca. Su mirada se encontró con un joven desharapado tendido en la nieve. Sorprendido, el cazador sacó una capa de su fardo y envolvió al muchacho en ella, echándoselo al hombro con su brazo dorado. Como si nada hubiera pasado, continuó su penosa marcha a través de la nieve.

El vencido despertó sobre un lecho de piedra, rodeado de oscuridad. Una voz grave le despertó.

-Antes de nada, chico-preguntó el cazador-, ¿quien eres y que hacías tirado en el monte Cocito en mitad de una ventisca?
-No lo... no lo sé... ¿donde estoy? ¿quien soy? ¿Quien eres tu?
-No tengo ni idea de quien eres, pero seguimos en el Cocito, esperando a que la ventisca amaine en esta gruta; en cuanto a mí, mi nombre es Abadón. Cazo demonios.
-¿Demonios?-se extrañó el vencido, si ser capaz de meterse en situación.
-Es evidente que no sabes ni en qué planeta estás. ¿No recuerdas tu nombre siquiera?
-No... no soy capaz de verte la cara.
-No he podido encontrar madera en esta ventisca, habrá que esperar en la penumbra.
-Creo... creo que puedo...- el muchacho palpó el suelo hasta encontrar un guijarro.

Aplicando una extraña fuerza que no sabía muy bien de donde salía, el guijarro estalló en llamas y rodó hacia el centro de la estancia. Tanto Abadón como el vencido se sorprendieron del portento. Sin embargo, lejos de asustarse como su compañero, Abadón sonrió.

-Creo que llamaré Lux Fero.
-¿Lux Fero?-inquirió el vencido- ¿Qué significa?
-"Portador de luz"-comentó Abadón-, en una antigua lengua que ya a nadie le importa.