EL INFIERNO

viernes, 15 de febrero de 2008

Desciendo por la cuesta y llego a sus puertas. Sobre el marco de la puerta una inscripción reza: “ABANDONA TODA ESPERANZA, TÚ QUE ENTRAS”. Es inquietante. El olor es espantoso. Podredumbre por doquier. Es el olor de las almas corruptas que aquí llegan para pasar toda la eternidad en sus llamas. Pero eso no es lo que me trae aquí. Necesito encontrarla.

La laguna Estigia se extiende a mis pies y yo no sé que hacer. Cientos de miles de figuras se dirigen hacia un destello blanco, más allá de la laguna. En las cercanías hay un muelle y hacia el se dirige Caronte sobre su góndola. Me acerco allí. Hay una larga fila de sombras que esperan a unos metros del muelle.

-¡Lamentaos, pecadores!¡Aquí moriréis dolorosamente para volver a resucitar y morir de nuevo durante toda la eternidad!-gritaba Caronte. Las sombras se estremecían y yo me mezclé entre ellas. Subimos a la barca.-¡Tú!¡Estás vivo!

-En efecto. Vengo a por mi amada injustamente arrebatada de mis brazos y no me iré sin ella aunque tenga que enfrentarme a todos los demonios del averno.

-¡No quiero vivos en mi barca!

En alguna parte oí que la música amansa a las fieras. Toqué una suave melodía con mi lira que a mí mismo me producía melancolía y el viejo cambió rápidamente de opinión.

-¡Muy bien!¡No seré yo quien te impida proseguir tu viaje!¡Pero te prevengo: a partir de aquí contemplarás horrores que te harán cambiar de opinión!

-No imagino nada que pueda truncar mi camino.-contesté con determinación.

El barquero no volvió a hablar, ni tan siquiera para asustar a las almas que conmigo viajaban hacia las profundidades. Solo se oía el rechinar de sus podridos dientes desgastados por el tiempo. La góndola llegó al otro lado de la laguna donde se encontraba el limbo. No me detuve allí; tenía mi objetivo demasiado claro. Más allá del limbo había una gran muralla aparentemente impenetrable en la que siete sólidas puertas de oscura madera impedían el paso. Un hombre extraño ,de tez alargada, guardaba la puerta .Vestía una túnica negra sencilla.

-¿Eres tú quien guarda estas puertas?-pregunté.

-Es Satanás quien guarda estas puertas, y solo se abrirán si es ese su deseo.-dijo con orgullo

-¿Dónde se encuentra?

-Lo tenéis ante vuestros ojos.-evidentemente ,se refería a él mismo.

-Necesito pasar. Busco al Invisible.-de repente, Satanás pareció asustado.
-Las puertas son mías,¿oís?¡Mías! –comenzó a subir el tono de voz. Las almas de las cercanías se estremecieron-¡NO LAS ABRIRÉ!

No había ninguna palabra más que decir. Improvisé una melodía tranquila que invitaba a enfriar los ánimos y pacificar el espíritu. En ese momento, del pecho de Satanás salió una garra que me agarró por el cuello y me lanzó más allá de la muralla.. En el vuelo no alcancé a distinguir nada, salvo las mandíbulas del Cancerbero que desesperadas me intentaron agarrar.

Finalmente caí de espaldas sobre hielo. La oscuridad era tal que no se veía nada a cinco pasos, más allá del círculo de luz en el que me encontraba. Cuando mis ojos se acostumbraron a la oscuridad vi enfrente de mí un rostro gigante y grotesco que dormía con la boca abierta. Me acerqué y el círculo de luz me siguió. Ahora lo veía entero: se trataba de Lucifer. Entonces supuse que me encontraba en el punto más profundo del infierno. Giudecca. Aquí el frío domina el cuerpo y el silencio es mortal; sólo se oía el respirar de Lucifer. Me acerqué y su aliento, aunque olía a metano, era cálido. Vi en su garganta, a la altura de la campanilla, una puerta negra. El aire parecía provenir de su nariz, pues me introduje en su boca y el frío era el mismo que había sentido antes. La abrí.









La luz me cegó y caí. Era extraño: sentía como si cayese pero me daba la sensación de estar ascendiendo. Finalmente, cuando mis ojos se acostumbraron a la luz, vi dónde me encontraba. Columnas plateadas se erguían a mi alrededor, y más allá, la blancura. Caminé dudoso hacia ella y la belleza que contemplé fue tal que nunca la olvidaría: el Elíseo se extendía desde mis pies. El cielo azul, los prados verdes, ruinas invadidas por la vegetación. Aquí venían lo héroes y los grandes hombres tras su muerte: un paraíso reservado para unos pocos. Un palacio blanco se alzaba al otro lado de un pequeño arroyo. Vi otros palacios más pequeños y más lejanos, por lo que estaba seguro de que había llegado a mi objetivo. El palacio de hades.


No tardé en llegar. Más allá del vestíbulo, donde se oían coros que cantaban temas que hasta a mí, mago de la lírica, me parecían bellos. Aún no se veía a nadie. Entré en un salón grande: el techo no se veía. Al otro lado un hombre sentado sobre un trono descansaba con la cabeza apoyada sobre un puño.

-Te esperaba-dijo. Su voz resultaba tranquilizadora, en cierto modo, como si hablase con un viejo amigo. Avancé por el salón y conseguí verlo por completo. Era un hombre de mediana edad, más o menos como yo. Su pelo parecía poseer un aura oscura y sus ojos, rojos y penetrantes me observaban. De un lado del trono colgaba un ala negra . Cada uno de sus rasgos contrastaba con el palacio, el cual parecía esculpido de una pieza sobre una gran pieza de marfil. Llevaba una túnica que le colgaba por todas partes. Por fin había encontrado a Hades.




















Volvía escoltado por Tánatos e Hipnos y seguido por ella.Había recuperdo su alma y ya nada me impedía volver.Las condiciones impuestas por Hades me dolían,pero no estaba dispuesto a rendirme.No debía mirarla antes de salir al bello mundo,inundado de luz.Sin embargo,desde el momento en el que dejamos el Elíseo me asaltaba continuamente una duda terrible:¿Estaría siendo engañado?¿Hades me había engañado para que me marchara después de haberle mostrado mi arte?Realmente pareció conmovido...pero reina sobre los muertos,sobre la podredumbre del inframundo.¿Hasta qué punto podía confiar en él?

Oía las palabras de mi amada mientras ascendíamos por los círculos del infierno."¿que sucede? ¿es esa tu lira,amor mío?"Allí pude observar los horrores de los que me había hablado Caronte.El aire olía a cadáver,la vista quedaba martirizada por las torturas que allí se llebaban a cabo y los gritos de dolor de los condenados y sus súplicas ensordecían los oídos.Por donde pasaba tocaba mi lira y los quejidos eran aplacados: los demonios se conmovieron y los tormentos lloraron.

Ya tras atravesar la laguna Estigia y despedir a Caronte,el cual no mostró mas saludo que el rechinar de sus dientes,llegabamos a la superficie.El sol nos inundó y me volví para mirar a Eurídice.Por un momento creí haber triufado hasta que observé que ella aún tenía un pié en el camino a los Infiernos.Entonces,Hypnos y Tánatos extendieron sus alas,cogieron a Eurídice y se la llevaron a las profundidades del abismo.


















Los dioses habían dejado de creer en mí y yo dejé de creer en ellos.

2 burradas:

saturnino dijo...

Muy bien, Orfeo. Me gusta eso del olor a podedumbre de las almas. ¿No eran los cuerpos los que se pudrían?

Tamy Dee dijo...

¡Hola!

Pues eso que si tú dices que las almas huelen mal.
Yo te creo.
n_n

Me gusta la descripción.

Con Satanás.
xDDDDDDDDDDDDD